La Generación Decapitada fue una agrupación literaria, formada por cuatro poetas jóvenes ecuatorianos en las primeras décadas del siglo XX: dos guayaquileños, Medardo Ángel Silva y Ernesto Noboa y Caamaño y dos quiteños, Arturo Borja y Humberto Fierro, precursores del Modernismo en el Ecuador. Estos cuatro escritores fueron grandemente influenciados por el movimiento modernista de Rubén Darío y la poesía simbolista francesa de finales del siglo XIX. Todos leyeron en su lengua original a emblemáticos bardos franceses, y se les conoció como la "generación decapitada" (término acuñado entre los años 1940 y 1950) por el hecho de que todos murieron a muy temprana edad: Silva a los 21 años, Borja a los 20, Fierro a los 39 y Noboa a los 38. Cabe destacar el hecho de que aunque ellos se conocieron en vida e incluso se dedicaron poemas mutuamente, nunca se reunieron para crear propiamente una agrupación literaria.
El libro El árbol del bien y del mal, de Medardo Ángel Silva, es una colección de bellos poemas. La poesía «El alma en los labios», que Silva escribió días antes de su muerte y que estaba dedicada a Rosa Amada Villegas,[1] se convirtió en un popular pasillo interpretado por Julio Jaramillo con música de Francisco Paredes Herrera, dejando en claro su estilo de poesía depresiva, melancólica, llena de hermosos versos de amor extremis llamando tal vez sin querer a la muerte en forma de musa inspiradora. Así mismo podemos encontrar a una considerable cantidad de poemas todos estos inspirados especialmente en la muerte como «Ante un cementerio» y «La Morgue» , poemas escritos desde un punto de vista artístico y muy melancólico que era lo que el autor quería transmitir.
De igual modo, el poema «Para mí tu recuerdo», de Arturo Borja fue musicalizado como pasillo por el compositor Miguel Ángel Casares Viteri, siendo interpretado por destacados vocalistas como Carlota Jaramillo y Bolívar Ortíz.
¿Quiénes conforman la Generación Decapitada?Los integrantes de la Generación Decapitada son:
1) Medardo Ángel Silva
2) Ernesto Noboa y Caamaño
3) Arturo Borja
4) Humberto Fierro
BIOGRAFÍA MEDARDO ÁNGEL SILVAMedardo Ángel Silva nació en Guayaquil el 8 de junio de 1898, descendiente de una familia de músicos, su padre fue pianista y afinador de pianos, don Enrique Silva, su madre fue doña Mariana Rodas Moreira. Estudió la primaria en la Filantrópica e inició la secundaria a los 11 años en el Colegio Nacional Vicente Rocafuerte. Debido a distintas circunstancias abandona sus estudios y empieza a trabajar en imprentas, asimismo como profesor secundario. Vivió en la casa de sus padres junto a Ángela Carrión Vallejo, con quien tuvo a su única hija, María Mercedes Cleofé Silva Carrión.
Desde temprana edad escribe versos que envía a periódicos locales, sin embargo, tuvo que esperar algún tiempo para ver publicados sus escritos, fue en la revista literaria Juan Montalvo que tiene su primera aparición pública; en adelante su carrera sería imparable, se dio a conocer en los círculos literarios hasta merecer el respeto y la admiración de poetas, escritores, periodistas, entre otros, con los que mantenía amistad y correspondencia. La poesía no fue el único género literario que Medardo Ángel Silva desarrolló; fue cronista, narrador, editor, crítico, publicista y músico. Sobre esta última, recuerdan sus amigos que interpretaba magníficamente una pianola Playotone ubicada en una habitación del diario El Telégrafo donde trabajaba.
Obras
* El árbol del bien y del mal"
* Libro de amor"
* Estampas románticas"
* La máscara irónica"
* Trompetas de oro"
Carrera literaria
Entre sus obras se encuentran El árbol del bien y del mal editada por él mismo, la novela 'María Jesús' publicada en el folletín de El Telégrafo, ensayos, crónicas de la ciudad de Guayaquil y distintas colaboraciones realizadas que se publicaron en revistas nacionales e internacionales como "La idea, Vida intelectual y Caricatura de Quito; Helios, La pluma, Variedades, Anarkos, Ciencias y letras, Melpómene, Juveniles, Ariel, La ilustración de Guayaquil"; 'Colónida' de Lima, 'Nosotros' de Buenos Aires, 'Cervantes' de Madrid, etc. También fue director de las revistas Ateneo, España, Patria y Renacimiento. Con quince años funda su propia revista llamada "El Mosquito".[4]
En 1919 pasa a ser redactor literario en el diario El Telégrafo, el de mayor circulación del país, allí prepara la sección "Los jueves literarios" y también su columna "Al pasar" bajo el pseudónimo Jean d'Agrève, nombre perteneciente al de una novela del Vizconde de Vogue (Niza, 1848-París, 1910), escritor que logró fama con esa obra, publicada en 1898. Para esa época Medardo Ángel Silva ya tenía experiencia suficiente como redactor literario, director encargado de revistas literarias, cronista; preparaba además la publicación de dos libros, uno con poemas y otro con ensayos.[4]
Dos días después de cumplir los 21 años, el 10 de junio de 1919, el ya reconocido poeta toma la decisión fatal de acabar con su vida. Según las noticias de la época, va a visitar a la que en ese entonces era su ex-enamorada Rosa Amada Villegas y en su presencia se quita la vida. De lo acontecido aquella noche sabemos poco y es por eso que en el imaginario popular se han creado varias hipótesis sustentadas por aquel poema que el escritor dedicara a su amada y que se mantiene aún en la memoria del pueblo convertido en pasillo "El alma en los labios".[4]
Carrera periodística
Medardo Ángel Silva fue un importante cronista. Sobre todo de la noche guayaquileña, que describe en crónicas que publicó entre 1917 y 1919 en las revistas Ilustración, Patria y diario El Telégrafo. Al igual que periodistas y escritores de entonces, Silva firmaba sus crónicas con seudónimo. El de él era Jean d’Agreve.[5] En las crónicas La ciudad nocturna -diario El Telégrafo, abril de 1919- retrata al Guayaquil bohemio y marginal.
Muerte
Tumba de Silva, compartida con su madre.
Es imposible olvidar al poeta que se enamoró de Rosa Amada Villegas, de 14 años, que vivía en El Morro 704 entre Bolívar y Quisquís. Pero Silva tuvo otro amor: Ángela Carrión Vallejo, muchacha a quien su madre, Mariana Rodas, acogió a pedido de unas monjas. Viviendo bajo el mismo techo –en 1919– nació María Mercedes Silva Carrión, única hija del vate, quien murió el 9 de agosto de 1981.[5]
La trágica muerte del poeta, en cambio, ocurrió el 10 de junio de 1919, dos días después de cumplir 21 años. Ese día fatal, por la tarde, vistió traje negro, zapatos de charol, bastón, corbata de seda negra y fue a casa de su Rosa Amada Villegas. Allí se suicidó de un disparo en la cabeza. En el parque San Agustín, cerca al sitio de su muerte, está el monumento en su memoria. En el Cementerio General –ingresando por la puerta dos–, Silva duerme en su tumba que luce olvidada, acompañado de restos mortales de su madre.[5]
Nadie olvida El alma en los labios, que según la leyenda escribió a pocos días de suicidarse, a mano y con tinta roja. Los versos que dedicó a Rosa Amada Villegas son cantados como pasillo.
BIOGRAFÍA DE ERNESTO NOBOA Y CAAMAÑO
Ernesto Noboa y Caamaño nació en Guayaquil, de igual manera que su compañero Medardo Ángel Silva. Procedía de una familia notable y acomodada que contaba a los presidentes José María Placido Caamaño, así como Diego Noboa como sus antepasados. Cumplió su educación media, se estableció con sus padres en la ciudad de Quito, donde empezó a publicar poesía a través de periódicos y revistas. Había aprendido Noboa un estilo de escribir y de llevar su existencia que provenía del París de los poetas malditos. Las incomodidades del ambiente local, rudo para su ambición de vagas delicadezas, le empujaron hacia Europa.[1]
Obras
* Emoción vesperal
* A mi madre
* La sombra de las alas
* Retrato antiguo
* Hastió
* Romanza de las horas
* Nostalgia
* De aquel amor lejano
* Divina comedia
* 5 a.m.
Viaje a Europa
El viaje le dio oportunidad de captar imágenes extranjeras que inspiraron su poesía. Un ejemplo de eso es su composición Lobos de mar, en el paisaje de Bretaña. Las impresiones de su vagabundeo lejano y que siguió recogiendo tras el regreso al país, acentuaron su desazón, su pesimismo, su renunciamiento a la voluntad y el esfuerzo y su predilección por las drogas. Pero, en cambio, le poseía un desmayo invencible frente a las cosas de la vida: “Del más mínimo esfuerzo mi voluntad desiste,—y deja libremente que por la vieja herida—del corazón se escape—sin que a mi alma contriste—como un perfume vago, la esencia de la vida.” En medio de su abandono amaba más radicalmente las lecturas de los autores favoritos: «Heme, Samain, Jules Laforgue, Edgar Allan Poe -y, sobre todo, ¡mi Verlaine!». O, de igual manera que el modernista cubano Julián del Casal, confesaba su apetencia de morfina y de cloral para calmar sus “nervios de neurótico”.[2]
Escritos
Leyó a los franceses, a Rubén Darío y a Juan Ramón Jiménez. Y de ese modo asimiló virtudes de forma que le permitieron hacer poesía de gracia y delicadeza jamás logradas antes en el país. Rasgos estilísticos, predilecciones por lo francés y lo exótico, estado sentimental, singular aptitud renovadora, todo lo asocia legítimamente a lo más caracterizado del movimiento modernista hispanoamericano. Pero no desoyó totalmente el reclamo de los temas cercanos. Por eso compuso con certeza y colorido aquel soneto titulado «5 a.m.», que es una imagen fiel, viva, visual, de la gente quiteña que madrugan a la misa bajo el clamor de las campanas y que se mezclan con el truhan y la mujerzuela como en un apunte goyesco. Ernesto Noboa Caamaño publicó “Romanza de las horas” en 1922 y donde destaca el poema "Emoción vesperal".[3]
Muerte
Emprendió un viaje nuevamente a Europa para visitar España y Francia. Durante el resto de su vida se vio afectado por una continua neurosis y se volvió adicto a drogas alucinógenas, lo que marcaría su rutina y día a día. A su regreso a Ecuador continuó con su consumo continuo de éter y morfina, lo que le llevaría a la muerte el 7 de diciembre de 1927 en Guayaquil, cuando tenía 38 años de edad. Para entonces estaba escribiendo su segundo libro de poemas titulado La sombra de las alas.
BIOGRAFÍA ARTURO BORJA
Arturo Borja Pérez, (Quito, 1892 -Quito, 1912) fue un poeta ecuatoriano,[1] perteneciente al movimiento llamado la Generación decapitada y el primero del grupo en despuntar como modernista. Es muy escasa su obra artística, la misma que fue publicada póstumamente: 28 poemas conforman el libro titulado La flauta de ónix, y seis poemas más. Se suicidó con 20 años.
quien destacaría como «discípulo de Voltaire». Además, en el círculo literario buscaría empezar la circulación de libros franceses, en su versión original, antes que copias puesto que en su opinión así lo merecía la raza latina.[4]
Obras
> A Misteria
> Dos viajes
> Era un sueño
> Idilio estival
> La flauta de ónix
> Lola, para que cante yo todos tus tesoros...
> Soñación
Muerte
Cuando tenía veinte años, contrajo matrimonio, el 15 de octubre de 1912, con Carmen Rosa Sánchez Destruge, a quien dedicará los poemas “Por el camino de las quimeras” y “En el blanco cementerio”. Esto duraría poco, puesto que se suicidaría, el 13 de noviembre de 1912, un mes después de haberse casado y contando apenas con 20 años de edad, por una sobredosis de morfina.[5] Esto causó un escándalo dentro de la sociedad ecuatoriana de su tiempo. Se pondría en duda la moralidad o bondad de sus ideas debido a la catastrófica influencia que tuvo en su vida. Además esto marcaría a la generación de otros escritores modernistas. Dentro de los que se encontraban en la generación decapitada, también tendrán una muerte temprana años más tarde, como sería Medardo Ángel Silva quien se suicidaría a los 21 años. Por su parte Ernesto Noboa y Caamaño, y Humberto Fierro, vivirían más, pero su influencia literaria se vería truncada y su vida también a los 38 y 39 años respectivamente. Por su parte Isaac J. Barrera quien dirigía la revista Letras, continuó con su edición y buscó nuevos temas de publicación. Posteriormente desarrollaría su carrera como historiador y crítico literario siendo uno de los autores más destacados de dicha generación. Gonzalo Zaldumbide, contemporáneo y amigo de Barrera, quien estaba más bien vinculado con la revista América, continuaría su carrera como crítico literario, enfocándose en rescatar a autores de la época colonial de Ecuador. Su novela Égloga trágica, que empezaría a publicar en 1910, quedaría en suspenso hasta que la retomaría al final de su vida para ser publicada en 1956.[4]
Su muerte sería tema de debate entre los críticos posteriores desarrollándose dos posiciones a su alrededor. La primera sostiene que se suicidaría como respuesta al fracaso literario que tendría, sería una consecuencia de la poca trascendencia que tendrían sus afanes de renovación de la sociedad tradicional ecuatoriana. Otra posición por su parte sostiene que sería fruto de su melancolía lo que le llevaría a tomar su vida con una sobredosis.[4]
BIOGRAFÍA DE HUMBERTO FIERRO
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Hijo de una familia pudiente conformada por el Sr. Enrique Fierro Rosero y de la Sra. Amalia Jarrín Zapata. Adquirió esmerada educación en las propiedades de sus padres, en Quito y Miraflores en Cayambe, por lo que desde adolescente dedicó mucho tiempo a la lectura de sus autores y poetas favoritos. Sería el tercer hijo de un total de diez hermanos. Además desde niño tuvo la oportunidad de gozar con de muchas comodidades debido al trasfondo de su familia. Esto a su vez le permitiría dedicarse a las artes y la escritura con mucha pasión. Mientras sus hermanos buscaban aventuras viajando, especialmente a Europa, Humberto prefería quedarse leyendo y explorando sus mundo literario. Dentro de sus intereses destacaban lecturas filosóficas y científicas, y en lo literario sobre todo de los poetas franceses simbolistas y parnasianos. Perteneció a la generación modernista e hizo gran amistad con Arturo Borja, Ernesto Noboa y Caamaño, por lo que formó parte del grupo de poetas al que el escritor Raúl Andrade calificó como la «Generación Decapitada» a quien se sumaría Medardo Ángel Silva.[2]
Obras
> El Laúd en el Valle (1919)
> A Clori
> Hojas Secas
> La Tarde Muerta
> Los Niños
> Romance de Cacería
> Tu Cabellera
Escritos
Sus principales obras están reunidas en sus dos poemarios «El Laúd en el Valle» y «La Velada Palatina», que incluyen, entre otros, sus poemas «Tu Cabellera», «Los Niños», «Hojas Secas», «Romance de Cacería», «A Clori», como los más destacados. Su poesía se caracteriza por ser de una sensibilidad extrema.[3] El primer poemario se publicó gracias en parte a que Arturo Borja lo insistió a que lo haga por lo que saldría en 1919. Por otro lado "La Velada palatina", sería editada después de su muerte, en 1949.[4]
Muerte
A diferencia de Borja y Silva, no tendría una muerte temprana alrededor de los veinte años y desarrollaría su vida profesional como amanuense en una Oficina del ministerio público. A partir de 1920 llevó una vida bohemia, pero sin excesos, y en las noches se reunía con sus amigos y poetas en diferentes bares de la ciudad de Quito, hasta que la muerte lo sorprendió repentinamente el 23 de agosto de 1929, cuando apenas tenía 39 años de edad, dos años después de la muerte de Ernesto Noboa y Caamaño, lo que pondría fin a la generación de poetas decapitados. Las causas de su muerte no están muy definidas pero se conoce que, dando un paseo por el monte, se cayó bruscamente y perdió la vida, mientras que otros afirman que se suicidó
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