Blog Arianna Peréz
La generación decapitada fue el nombre que recibió un grupo de poetas considerados los padres del movimiento modernista ecuatoriano. El porqué de ese nombre tan lúgubre se debe a que todos estos escritores, a muy temprana edad, acabaron con sus vidas suicidándose.
Esta generación nunca tuvo consciencia de formar parte de un grupo ni de ser baluartes o levantar algún movimiento. Si había algo que les unía eran las letras, la melancolía, una tristeza honda y unas ganas de irse pronto, sin que nadie les llamara.
Los hombres que conformaron la generación decapitada fueron los quiteños Humberto Fierro y Arturo Borja; y los guayaquileños Ernesto Noboa y Caamaño y Medardo Ángel Silva. Como parte de las ironías de la vida, el bautizo de la agrupación fue años después de sus muertes.
Le correspondió al escritor Raúl Andrade asignar el nombre que marcó pauta y les inmortalizó más allá de sus letras. Andrade lo hizo por medio de un ensayo, al cual llamó Retablo de una generación decapitada.
Historia
Lo que ocurría en Ecuador durante el tiempo en que la generación decapitada ejercía su obra poética, eran eventos de gran peso social, cultural y económico.
Los indígenas comenzaban a recuperar sus derechos, la educación laica empezó a tomar auge, la libertad de culto se impuso. También se permitió el divorcio, a la mujer se le dio derecho a votar y la pena de muerte fue abolida. Todos estos eventos ocurrieron con muy poco trecho de tiempo entre ellos.
No eran, pues, tiempos simples. Finales del siglo XIX y principios del siglo XX representaron para Ecuador años de cambios trascendentales.
Todos los estratos sociales se vieron afectados directa o indirectamente en los distintos ámbitos de su vida. Los poetas decapitados y sus letras no escaparon de esta afectación.
Representantes y sus obras
Medardo Ángel Silva
Era originario de Guayaquil. Nació en 1898, un 8 de junio. Su vida estuvo marcada la pobreza; esta generó un sentimiento propio de rechazo y oprobio, a pesar de poseer un talento inmenso para las letras.
Por dificultades económicas debió abandonar sus estudios en el Colegio Vicente Rocafuerte. Eso no impidió que siguiera escribiendo y que su poesía, a tan temprana edad, fuera reconocida a nivel nacional e internacional.
Para ayudarse y colaborar con la familia, entró a trabajar a una imprenta. Estar trabajando allí le facilitó en 1918 la publicación de su primer y único libro de poemas: El árbol del bien y el mal.
Un año después de publicar su libro, el poeta tomó la cruenta decisión de acabar con su vida en frente de su amada. Según cuentan, era un amor no correspondido. Su poesía está marcada por ese aire melancólico y con una sabiduría que no correspondía con su edad.
Obras Destacadas
*El árbol del bien y del mal(poesías, 1918)
*María Jesús (novela, 1919)
*La máscara irónica (ensayos)
*Trompetas de oro (poesías)
*El alma en los labios
Muerte
La trágica muerte del poeta, en cambio, ocurrió el 10 de junio de 1919, dos días después de cumplir 21 años. Ese día fatal, por la tarde, vistió traje negro, zapatos de charol, bastón, corbata de seda negra y fue a casa de su Rosa Amada Villegas. Allí se suicidó de un disparo en la cabeza. En el parque San Agustín, cerca al sitio de su muerte, está el monumento en su memoria. En el Cementerio General –ingresando por la puerta dos–, Silva duerme en su tumba que luce olvidada, acompañado de restos mortales de su madre.[5]
Nadie olvida El alma en los labios, que según la leyenda escribió a pocos días de suicidarse, a mano y con tinta roja. Los versos que dedicó a Rosa Amada Villegas son cantados como pasillo.
Ernesto Noboa y Caamaño
Era originario de Guayaquil. Nació en 1891 y tuvo una posición acomodada desde la cuna. Leyó de pequeño a los poetas malditos y desarrollo una poesía delicada, nunca antes vista en Ecuador.
Era común verle en las noches de bohemia, habiendo consumido opio, recitando los poemas propios y de los grandes de Europa y América.
Tenía una sensibilidad desbordada que se vio elevada luego de su viaje al Viejo Continente a encontrarse con parte crucial de las raíces de sus letras.
Su vida no fue fácil por el hecho de ser adinerado, como creen muchos. Padeció de episodios de neurosis que le hacían consumir morfina para poder calmarse.
Publicó su libro Romanza de las horas en 1922. Por esta obra recibió grandes elogios, pero el reconocimiento no bastó y siguió la suerte de los decapitados cinco años después.
En 1927 se suicidó, dejando un legado literario inconmensurable al modernismo latinoamericano y a la poesía ecuatoriana.
Arturo Borja
Su obra no es muy amplia, pero tiene un peso literario considerable; de hecho, fue el primero de los decapitados en mostrar claros rasgos modernistas en sus letras.
Con marcadas tendencias depresivas en sus poemas y en su vida misma, fue inspirado también por los poetas malditos, a quienes leyó y siguió. Viajó a Europa con su padre por problemas de salud en un ojo; allí tuvo contacto con las letras francesas.
A la corta edad de 20 años se casó y luego se suicidó con una sobredosis de morfina. Después de su muerte se publica formalmente su poemario La flauta de ónix y seis poemas más.
Cuando tenía veinte años, contrajo matrimonio, el 15 de octubre de 1912, con Carmen Rosa Sánchez Destruge, a quien dedicará los poemas “Por el camino de las quimeras” y “En el blanco cementerio”. Esto duraría poco, puesto que se suicidaría, el 13 de noviembre de 1912, un mes después de haberse casado y contando apenas con 20 años de edad, por una sobredosis de morfina.[5] Esto causó un escándalo dentro de la sociedad ecuatoriana de su tiempo. Se pondría en duda la moralidad o bondad de sus ideas debido a la catastrófica influencia que tuvo en su vida. Además esto marcaría a la generación de otros escritores modernistas. Dentro de los que se encontraban en la generación decapitada, también tendrán una muerte temprana años más tarde, como sería Medardo Ángel Silva quien se suicidaría a los 21 años. Por su parte Ernesto Noboa y Caamaño, y Humberto Fierro, vivirían más, pero su influencia literaria se vería truncada y su vida también a los 38 y 39 años respectivamente. Por su parte Isaac J. Barrera quien dirigía la revista Letras, continuó con su edición y buscó nuevos temas de publicación. Posteriormente desarrollaría su carrera como historiador y crítico literario siendo uno de los autores más destacados de dicha generación. Gonzalo Zaldumbide, contemporáneo y amigo de Barrera, quien estaba más bien vinculado con la revista América, continuaría su carrera como crítico literario, enfocándose en rescatar a autores de la época colonial de Ecuador. Su novela Égloga trágica, que empezaría a publicar en 1910, quedaría en suspenso hasta que la retomaría al final de su vida para ser publicada en 1956.[4]
Su muerte sería tema de debate entre los críticos posteriores desarrollándose dos posiciones a su alrededor. La primera sostiene que se suicidaría como respuesta al fracaso literario que tendría, sería una consecuencia de la poca trascendencia que tendrían sus afanes de renovación de la sociedad tradicional ecuatoriana. Otra posición por su parte sostiene que sería fruto de su melancolía lo que le llevaría a tomar su vida con una sobredosis.[4]
Humberto Fierro
Es originario de Quito. Nació en 1890, en el seno de una familia aristócrata ecuatoriana. Tuvo contacto con la poesía gracias a los libros de la biblioteca familiar; allí quedó prendado de las letras por el resto de su vida.Si bien tenía gran influencia de los poetas simbolistas y parnasianos franceses, los cuales leía sin mesura, su poesía era pura y de lenguaje sencillo.
Hizo una gran amistad con Arturo Borja y fue él quien lo convenció de publicar su primer libro. En 1929, y luego de la insistencia de Borja, publicó El laúd del valle.
Esa obra fue su logro más significativo. La muerte lo recibió 10 años después de la publicación de su libro; luego de su muerte se publicó su otro libro: Velada palatina.
Aún hay dudas sobre si fue un accidente o suicidio; lo cierto es que el último de los decapitados se despidió en 1939. Con él se fue el último respiro de aquellos que, sin buscar ser mucho, cambiaron la historia literaria de un país
Obras
> El Laúd en el Valle (1919)
> A Clori
> Hojas Secas
> La Tarde Muerta
> Los Niños
> Romance de Cacería
> Tu Cabellera
Muerte
A diferencia de Borja y Silva, no tendría una muerte temprana alrededor de los veinte años y desarrollaría su vida profesional como amanuense en una Oficina del ministerio público. A partir de 1920 llevó una vida bohemia, pero sin excesos, y en las noches se reunía con sus amigos y poetas en diferentes bares de la ciudad de Quito, hasta que la muerte lo sorprendió repentinamente el 23 de agosto de 1929, cuando apenas tenía 39 años de edad, dos años después de la muerte de Ernesto Noboa y Caamaño, lo que pondría fin a la generación de poetas decapitados. Las causas de su muerte no están muy definidas pero se conoce que, dando un paseo por el monte, se cayó bruscamente y perdió la vida, mientras que otros afirman que se suicidó
Comentarios
Publicar un comentario